Antes de dar nombre a nuestros valores corporativos, es fundamental preguntarnos: ¿reflejan realmente la esencia de nuestra cultura organizativa? ¿Coincide nuestra percepción de ésta con la de las personas que forman parte del equipo? ¿Hasta dónde queremos que llegue el impacto de nuestra organización? ¿Qué propósitos nos mueven como equipo?
Desarrollado por Richard Barrett y basado en los principios de Maslow, este modelo permite medir la consciencia organizacional estableciendo conexiones entre los valores personales, la cultura empresarial y la efectividad organizacional.
El modelo se basa en una adaptación de la Pirámide de Maslow y consta de 7 niveles de consciencia organizacional que reflejan las necesidades tanto individuales como colectivas dentro de una empresa:
Está clasificación no define niveles mejores ni peores. Las organizaciones deben atender todos los niveles de consciencia para lograr una cultura equilibrada y sostenible. Operar exclusivamente en los niveles bajos (1 a 3) o altos (5 a 7) puede generar problemas:
Foco exclusivo en los niveles 1 a 3: Estas organizaciones priorizan la estabilidad económica, la productividad y las relaciones internas, pero al centrarse demasiado en sus propios intereses pueden fomentar comportamientos disfuncionales, como competitividad tóxica, rigidez jerárquica o falta de innovación.
Foco exclusivo en los niveles 5 a 7: Organizaciones demasiado centradas en la visión, el propósito y el impacto social pueden descuidar aspectos básicos de la operación diaria, como la eficiencia, la rentabilidad o la estructura interna, afectando su viabilidad a largo plazo.
Sin embargo, las organizaciones que operan en todos los niveles simultáneamente (conocidas como organizaciones “Full Spectrum”) son las más exitosas en mantener un equilibrio saludable. Estas organizaciones no solo sobreviven, sino que prosperan, logrando mejores resultados mientras generan un impacto positivo en su entorno interno y externo.
La realidad, hoy en día, es que hay muy pocas organizaciones que operen en los niveles 6 y 7.
En este contexto, los factores limitantes en las organizaciones son barreras que generan resistencia o bloquean el alineamiento de los valores, la adopción de nuevas prácticas o la efectividad organizacional en general. Factores como, por ejemplo:
Éstos se generan cuando se ejerce una orientación extrema en algunos de los niveles básicos de consciencia (del 1 al 3) y pueden impactar en el equipo afectando a la moral, provocando desalineación de objetivos, generando erosión de la confianza…
La suma de estos aspectos lleva a una entropía cultural, es decir situaciones que desequilibran al equipo con miedo, conflicto, frustración… provocando que el grupo gaste su energía en actividades no productivas (excesiva burocracia o jerarquía, silos,...).
Utilizando herramientas de diagnóstico cultural, podemos identificar factores limitantes y abordarlos de manera proactiva. Proveer de formación, recursos y apoyo a los equipos ayudará a que puedan adaptarse y contribuir a la transformación cultural.
Aplicar el Modelo de Barrett en una organización implica un proceso estructurado que permite diagnosticar, alinear y transformar la cultura organizacional para fomentar un entorno más cohesivo, motivador y conectado con los valores de las personas.
Los pasos clave para su aplicación incluyen:
Mediante el uso de herramienta como las Cultural Transformation Tools (CTT) podemos recolectar datos sobre los valores de las personas, la cultura actual y la deseada.
Una vez identificados los valores comunes y las brechas entre la cultura actual y la deseada, podemos realizar un análisis de alineamiento y trabajar la posible existencia de factores limitantes (como control excesivo o toma de decisiones jerárquica).
Los resultados obtenidos de la encuesta y el análisis nos ayudarán a identificar patrones culturales. Es aquí dónde observaremos cómo la cultura actual afecta la efectividad organizacional, la motivación y el compromiso de las personas.
Es un buen momento para medir el nivel de conflicto interno que puede estar frenando el desempeño organizacional.
Debemos establecer la visión y valores, alineando los valores deseados con la misión estratégica de la organización. Es el equipo quien debe modelar estos valores deseados y fomentar un entorno que promueva su adopción (compromiso del equipo).
La creación de planes de acción y de iniciativas claras nos ayudarán a definir los siguientes pasos de cara a cerrar las brechas identificadas como mejorar la comunicación, fomentar la colaboración, capacitar a las personas o redefinir políticas.
Para que estas iniciativas no se queden estancadas es recomendable la asignación de responsables, equipos que puedan liderar cada acción.
Para comenzar a trabajar el plan definido, podemos ayudarnos de actividades de desarrollo organizacional como talleres de alineación de valores, sesiones de feedback, programas de mentoring o coaching...
Las campañas, o cualquier otra iniciativa de comunicación, servirán para reforzar los valores clave.
Por último, es importante realizar un seguimiento periódico de todo lo efectuado para evaluar la evolución de la cultura y ajustar las estrategias según sea necesario, además de monitorear la reducción de comportamientos limitantes y su impacto en el rendimiento.
Es muy importante reconocer públicamente los avances del equipo y compartir casos de éxito que reflejen la transformación cultural.
En resumen, la clave del éxito radica en la constancia del proceso, el compromiso del liderazgo y la participación activa de toda la organización.